
No va a faltar, obviamente.
Como bemoles en los conciertos de alabanza.
Como cagadas de palomas en la estatua del Comendador.
Y que Vargas Llosa era un escritor genial. Pero bueno, dense cuenta. Era de derecha, abanderado del liberalismo en Perú y en América latina desde 1990. Admirador de Reagan y Thatcher. Amigo de Aznar. Llamó a votar por Milei. Profundamente europeo. Daba la espalda las culturas indígenas de Perú.
¿Y?
¿Vamos a dejar de leer La Fiesta del Chivo porque Vargas Llosa llamó a votar a Kiko Fujimori contra Pedro Castillo en 2023?
La patria literaria de Vargas Llosa, Francia, se enfrentó a un dilema con el mayor escritor del siglo XX: Louis-Ferdinand Céline. El autor de Voyage au bout de la nuit y Mort à crédit rompió los moldes estilísticos con esas dos primeras novelas publicadas en los años 30. Luego Céline escribió un panfleto insufrible en el cual dio rienda suelta a su obsesión antisemita.
En 1950, Céline es condenado por el Tribunal de Justicia del Sena por haber publicado panfletos antisemitas durante la Ocupación. Un año después, es amnistiado por el Tribunal Militar de París.
“Muchos se resisten a reconocer el talento de Céline por sus simpatías hitlerianas”, reconoció el propio Vargas Llosa en El País en 2008.
Afortunadamente, Céline siempre ha sido amnistiado por los lectores. Está en el programa de la Educación Nacional en Francia. Está traducido al español. Se publicó en español su novela perdida Guerra hace poco.
A veces es mejor solo leer libros; sin conocer al autor: